Salimos del bar de madrugada, yo ya había dejado la conciencia no sé dónde y ni sentí en qué momento. La tarde había sido bochornosa, pero ahora la noche estaba fresca por la brevedad de una tormenta perdida. El olor a tierra mojada, las luces de los negocios y coches que pasaban, rebotaban en el asfalto mojado, formado un caleidoscopio borroso de luces apacibles. Caminamos entre música desvelada y edificios dormidos, mientras mi memoria se erosionaba a cada segundo por el viento de la noche. Estoy perdido. Veo la imagen de tu sonrisa bailar en todos lados a donde dirijo la mirada.

Hay una crueldad terrible en todo esto que me lastima. Las sombras no se ven en la oscuridad, ahí donde acostumbro a dormir. Pero me expuse, mi alma a contraluz de la tuya, a la felicidad que esconden tus ojos y que estoy seguro, en cualquier momento volverán a ver. Entonces me di cuenta de la irresponsabilidad de cómo dejé que me consumiera el vacío, de cómo desperdiciar la vida.

No sé si existirán otras oportunidades, pero todos mis viejos demonios conspiran en mi contra; ¿me quedarán fuerzas para vencerlos?

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