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🎨 Niet Vliegen, Henk Vierveijzer

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𝑮𝒆𝒅𝒊𝒄𝒉𝒕 / 𝑷𝒐𝒆𝒎 / 𝑷𝒐𝒆̀𝒎𝒆 / 𝑮𝒆𝒅𝒊𝒄𝒉𝒕 / 𝑷𝒐𝒆𝒎𝒂

Gedicht
👉 Altijd / Always, Luuk Gruwez
Gedicht
👉 Toujours / Immer, Luuk Gruwez [full size image]

🎨 Vliegen, dik en grof - Jan van Rossum

Schilderij
👉 Vliegen, dik en grof - Jan van Rossum [full size image]

CULTURELE ASPECTEN
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Jogar a coberta para o lado foi bem simples; ele precisou apenas inspirar um pouco e ela caiu sozinha. Mas os passos seguintes se mostraram difíceis, sobretudo porque ele estava incomumente largo. Teria necessitado fazer uso dos braços e das pernas, a fim de se levantar; ao invés delas, no entanto, ele possuía apenas várias perninhas, que se movimentavam sem parar em todas as direções e que ele, além de tudo, não conseguia dominar. Quando queria dobrar uma delas, a mesma era a primeira a se esticar; quando enfim lograva fazer o que intencionava com a referida perna, todas as outras trabalhavam, como se fossem livres, na maior e mais dolorosa das agitações:. “Apenas não ficar debalde na cama”, disse Gregor a si mesmo.

Primeiro quis sair da cama com a parte inferior de seu corpo, mas essa parte inferior, que ele aliás ainda não havia visto e a respeito da qual sequer conseguia ter uma ideia um pouco mais precisa, mostrou-se demasiado difícil de ser movimentada; a coisa ia bem devagar; e quando ele, enfim, de um modo quase selvagem e juntando todas as suas forças, jogou-se à frente sem tomar precauções, acabou escolhendo a direção errada e bateu com violência aos pés da cama; a dor ardente que sentiu ensinou-lhe que justamente a parte inferior de seu corpo de momento talvez fosse a mais sensível.

Por causa disso tentou tirar da cama primeiro a parte superior de seu corpo e virou a cabeça com cautela em direção à beira do leito. Conseguiu fazê-lo com facilidade, e apesar de sua largura e de seu peso, sua massa corporal acabava seguindo os movimentos da cabeça. Mas quando enfim segurava a cabeça para fora da cama, ao ar livre, teve medo de seguir indo adiante desse jeito, pois se acabasse por deixar-se cair ao chão dessa maneira, teria de acontecer um milagre para que a cabeça não resultasse machucada. E ele não poderia perder os sentidos justo agora, a nenhum preço; melhor seria ficar na cama.

Porém quando – depois de passar pelas mesmas dificuldades – voltou a estar, suspirando, na mesma posição de antes, tornando a ver suas perninhas se moverem e lutarem umas contra as outras, talvez ainda mais nervosas do que antes, não encontrando possibilidades de botar ordem e tranquilidade nessa arbitrariedade, tornou a dizer para si mesmo que era impossível continuar na cama e que o mais racional seria sacrificar tudo – ainda que a esperança que restasse fosse mínima – para enfim se livrar da cama. Mas ao mesmo tempo não deixou de lembrar de vez em quando, no intervalo dos movimentos, que reflexões calmas, inclusive as mais calmas, ainda são melhores do que decisões desesperadas. Em tais momentos, direcionava os olhos de modo tão afiado quanto possível à janela, mas lamentavelmente havia pouca confiança e vivacidade a tomar da visão da neblina matinal, que chegava a esconder o outro lado da ruela estreita. “já são sete horas”, disse a si mesmo ao ouvir o despertador bater de novo, “já sete horas e ainda uma neblina dessas”. E por um momentinho permaneceu deitado quieto, respirando bem fraco, como se esperasse do silêncio total a volta das circunstâncias reais e naturais.

Franz Kafka, A metamorfose

#literatura #Kafka #AMetamorfose

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La noche barrió sus ojos. Fino polvo de cristales verdes destellan en el aire. Grietas de dolor insondable escurren en su rostro, afable vejez; lenta infancia interminable, una soledad impotente. Porosas rocas, toscas manos atrofian flácidos colores. Agudos relámpagos venenosos se incrustan en los pensamientos, con velocidad de gritos opacos de una boca sin dientes. Una apacible brisa moja su destino, acariciando sentimientos imborrables de movilidad infinita. Mientras sus labios finos, gotean en minúsculas hormigas cargadas con humo. Escuchó una canción diluida en la distancia, cargada con aromas mojados en la nostalgia. Reconoció el incierto origen, se le erizaron los fríos huesos en violenta tranquilidad. Tragó suaves perlas de amargura, que rodaron hasta cambiar el color de sus pensamientos.

, #español, #pensamiento, #literatura, #enfermedad

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En el mantenimiento de las vías férreas, un hombre resbaló por un pequeño desfiladero. Probablemente habría sobrevivido a la caída, si no fuera porque el pesado mazo con el que trabajaba, le golpeó sordamente en el entrecejo. Murió al instante.

La esposa trabaja lavando ajeno en una comunidad pobre, instalada de manera ilegal e improvisada en las afueras de la ciudad. Una comunidad donde no habita el diablo, pero sí, todos sus demonios. El sol intolerante hacía crujir la casa, agrietaba los gastados retazos de láminas de asbesto, pandeando los muros de cartón, en un caluroso mes de agosto.
Tendía las sábanas percudidas en lazos que colgaban entre unos postes oxidados. Mientras su hijo de apenas dos años, se encontraba amarrado del tobillo izquierdo a una piedra, cerca de un gran lavadero construido a unos metros de la vivienda. La única estructura de material con la que contaban.

El efecto "Fata Morgana" se presentaba entre los montículos de desperdicio y otras viviendas que componen la localidad. Una deforme sombra semejante a un espectro enano, avanzaba lentamente desde lejos. Apenas audible, un grito se mezclaba con el zumbido de chicharras y ladridos de perros. La mujer no le dio importancia, estaba agotada de cargar cubetas con agua para llenar la pila del lavadero, desde el río contaminado que bordeaba la comunidad por el costado este. Hizo una pausa, mirando fijamente una corona irregular de color ocre en la sábana recién tendida. Era necesario volver a lavar, pero ya no tenía jabón, sintió una ligera náusea.

Giró la cabeza mirando a su hijo, se molestó al ver al pequeño darse un festín, comiendo la tierra de ladrillos liberada al rascarlos. Dejó la ropa, caminó apresurada al bebé, lo sentó de mala forma en el lavadero. El niño comenzó a llorar desaforadamente, mientras le lavaba las manos y boca. Observó que el lejano espectro tomó forma, era una vecina que le repetía a gritos: "¡Tu esposo está muerto!", "¡Está allá abajo!". Señalando al inicio de la carretera, donde daba inicio la comunidad. Una vez que se aseguró que el mensaje había llegado, el espectro, su vecina; dio media vuelta sin esperar a la mujer. Estaba más interesada en ver el cadáver, que en cualquier forma de ayuda.

La mujer quedó paralizada, le costó trabajo digerir aquellas palabras escupidas sin tacto. Aturdida por los gritos del bebé, agotada por el esfuerzo del trabajo, cegada por el exceso de luz; la desesperante comezón en el cuero cabelludo por el sudor, la ropa que picaba. Sintió una frialdad terrible en los huesos, un mareo, todo a su vista se oscureció, las fuerzas le abandonaban hasta que por fin, se desvaneció.

Pasó un buen rato antes de que llegaran algunos vecinos a la vivienda de la mujer. Extrañados al no ver que llegaba. Encontraron a la mujer arrodillada en la tierra, abrazaba fuertemente a su bebé. Con el rostro desencajado en una obscena mueca, por quién es visitado por la locura. Con gran esfuerzo y varios intentos, lograron levantarla, pero la mujer se aferraba a no cambiar de postura jamás. Los vecinos intentaban quitarle al bebé, para evitar que le hiciera algún tipo de daño, pero se dieron cuenta que era inútil; ya nadie podría hacerle daño. El cuerpo del bebé aún chorreaba agua; ahogado. Los vecinos se atrevieron únicamente a desatarlo.

Por primera vez en un buen tiempo, todo quedó completamente mudo. Un onda fétida, aroma a descomposición y basura se asentaba en el lugar. Una lata de sardinas hacía la función de palangana, que desde la oscura pila, se escuchó chocar el metal con las paredes haciendo un eco. La lata de sardinas flotaba suavemente, de allá para acá, indiferente, con un sonido y movimiento relajante, una sensación de finita tranquilidad. Algo que no pertenece a ese lugar.

#español, , #literatura, #pensamiento

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Estaba en mi cuarto y mordí un mango, pero en lugar del jugo y fibra acidulce, salió una pequeña nube con el cabello largo. Flotó por la habitación y salió por la ventana a carcajadas. Corrí tras ella, pero al final de la calle caí en un profundo despeñadero. Como el aire era pesado, caí en cámara lenta, cuando llegué al fondo ya era de noche.

Las rocas eran toscas, porosas, muy agresivas, pero había una piedra grande y aplanada, donde en un extremo había un caracol de jardín dentro de su concha, del tamaño de mi puño. Me acuclillé en el extremo opuesto, y sin parpadear durante tres días lo miré fijamente. Al primer minuto del cuarto día, el caracol se asomó lentamente como una gruesa y húmeda lengua morada. Me dio las gracias y preguntó que si me gustaría que lloviera, le dije que sí y comenzó a llover. Primero caían de manera dispersa grandes bolas de fuego azul, después finas gotas de auroras boreales. Le tiré un chorrito de baba en el ojo izquierdo, porque así se le dan las gracias a los caracoles. Me quité el calzado y caminé por el fangoso cauce de un arrollo de corriente muda, en el fondo del despeñadero.

Llegué a una bifurcación, donde vi a un anciano sin dientes que sonreía colgado en una alta cruz que estaba destinada para espantapájaros. Me ofreció caña y acepté. Se bajó con mucha agilidad y de un costal sacó una caña, la peló con las uñas como si fuera un durazno y la partió por la mitad. Me contó que no tenía casa y que usaba la cruz del espantapájaros para dormir todas las noches. Comimos caña hasta que amaneció.

Caminé sin parar durante dieciocho veintenas más cinco días, estaba cansado y me quedé dormido al borde del camino. Por la mañana antes de salir el sol, pasó una anciana de trenza que le llegaba hasta el suelo, me amarré la trenza al cuello sin que se diera cuenta, y ella me arrastro por tres días. Cuando la anciana se cansó de arrastrarme, sacó un pequeño cuchillo muy filoso y se cortó la trenza por la base. Nunca le vi la cara.

Seguí caminando, llegué a una pequeña comunidad y me encontré a un pescador. Le dije que tenía hambre y me contestó que lo siguiera. Nos subimos a una chalupa y remamos hasta el centro de un lago, lanzó una pesada red sobre el agua tibia, unos minutos después sacó la red, todo lo que pescó era una mecedora de mimbre. Remamos de regreso y caminamos hasta la comunidad, se sentó en la silla mojada y me dijo que no tenía nada para darme de comer, pero me regaló un sombrero. Seguí mi camino.

Por fin dejó de llover, el camino olía a flores rojas y moradas. Platiqué con muchas piedras y otros animales. Hasta que detrás de unas espinas distraídas, encontré la nube. Ya era mayor pero seguía riendo. Me levantó fácilmente con los pulgares, me puso frente a su boca y con el aliento de las risas, salí disparado por el aire, hasta caer frente a la puerta de mi casa. Entré a mi cuarto, había más mangos, también granadas y pitayas; pero dejé todo para otro día.

#español, , #pensamiento, #literatura

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De entre las rocas de color ocre que dormían dispersas sobre la abrasante arena del desierto, había una que destacaba por su color verdusco, semienterrada entre la sombra de un arbusto raquítico y enano que apenas se sostenía. Cuando el viejo comerciante de alfombras al pasar la miró, dudó un momento y se detuvo, se apartó de la terracería y en un intento por hacer rodar la roca, la golpeó con la parte abultada de la raíz seca que le servía de bastón. Tras unos segundos, de un extremo la roca resopló un aire morado salpicado de arena, la roca con un movimiento lento y trémulo se levantó.
Era una tortuga, que al sacar la cabeza del caparazón, abrió y cerro el hocico, volteó lentamente para ver al comerciante que asombrado e inmóvil también la miraba, de los pequeños y agrios ojos de la tortuga corrieron gruesas lágrimas, la tortuga volvió recogerse y murió. El caparazón se resquebrajó con un sonido seco como cuando se parte una rama, el sonido se dispersó entre el aire caliente que respiraba la arena. El comerciante después de meditar un poco y comprender su error, se entristeció por haber matado al animal, al momento en que se inclinó para levantar los restos de la tortuga, del centro del caparazón comenzó a salir agua a borbotones, el comerciante confundido, sin apartar la mirada se alejó dando un par de pasos hacía atrás y sin saber exactamente porqué, sintió un frió en los huesos por el temor que le causó el extraño evento, así que retomó el camino a paso apresurado en dirección a la aldea.
Cuando llegó a la carpa que tenía por hogar ya estaba oscureciendo, y entre café y cigarros le contó a su esposa lo sucedido. La anciana le escuchaba en silencio, sin dejar de hacer con parsimonia y aparente indiferencia labores en la cocina, por fin se sentó al lado de su esposo para beber su taza café, hizo una mueca; el café estaba frío. Respiró profundamente y le dijo: —Tenemos que irnos de la aldea esta misma noche. Los cansados ojos del esposo primero miraron las calladas arrugas de su esposa, después a la luz ámbar de la lámpara de aceite, que se refractaba en una esfera irregular en el líquido oscuro del café. —Sí—... —contestó por fin.

Entraron hasta el fondo de la pequeña cueva en la cima de la montaña, ya estaba por amanecer, habían caminado toda la noche, tendieron una alfombra delgada en el piso donde se sentaron, la anciana sacó de su morral una pulpa aplanada de color marrón, blanda pero firme, la separó por la mitad con las manos y le dio una a su esposo. Después de terminar de comer la masa, se acostaron, se miraron nerviosamente y se cubrieron hasta la cabeza con otra tela delgada y blanca, como se hace con los muertos.

El primero en despertar fue él, abrió los ojos para ver la oscuridad, después el vacío se llenó de puntos verdes y azul eléctrico, poco a poco aparecieron manchas amarillas y blancas, después los demás colores, se quitó con desesperación la tela que lo cubría, se incorporó sobre los codos, pero de inmediato cayó débil, sintió un terrible mareo, la boca amarga y seca. Su mente comenzó a despejarse y el mareo bajo de intensidad poco a poco, cuando se sintió con la fuerza suficiente se levantó lentamente, tenía todo el cuerpo rígido y le dolía. Vio a su esposa todavía acostada e inmóvil, no tuvo el valor para despertarla, siguió casi instintivamente el olor de la brisa que entraba desde afuera. Cuando por fin sus ojos se adaptaron a la luz del exterior, miró en derredor y quedó completamente fascinado. Un interminable mar azul se extendía bajo la montaña, más allá de donde sus ojos podían ver, el olor húmedo, caliente y salado del aire golpearon su rostro. Como la primera vez que se ve el mar, el anciano estaba embelesado con la agitación y ruido de las olas, las gaviotas, las pequeñas embarcaciones que pescaban a lo lejos. Después de varios minutos, escuchó el crujir de la hierba seca a su espalda, volteó y miró a su esposa, creyó ver en ella algo que hace muchos años no veía; su sonrisa.

Continuaron así por varios minutos más. Con un dejo de triste melancolía, recordando que habían dejado atrás a su amigos, familia, carpa y su rutina. Habían pasado más de mil años; había nacido el mar. Comenzaron a descender la montaña llenos de incertidumbre.

, #español, #literatura, #mar

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Salgo de casa muy temprano para ser domingo, la calle sigue dormida y desierta. Llovió por la noche.

Camino a través del parque, la vegetación aún está húmeda. La luz se mece filtrada por las hojas de altos árboles, fantasmas blancos de la mañana; reflejos soñolientos empañados de miopía fresca.
Un par de perros medianos con la lengua de fuera corren ligeramente por el pasto. Los perros tienen collar, pero no veo ningún humano.

Me dirijo a la tienda, voy a comprar birotes para desayunar con chilaquiles. Mientras mi esposa licua jitomates y chiles junto a otras especias, prepara el café. Desde acá me imagino que puedo olerlo todo. Puedo oler el ajo, el comino, la siseante salsa al fuego; y el aroma del café recién molido. Pero también puedo oler el aroma de su cabello; uñas, saliva y su piel cálida por la mañana.

Me envuelve una sensación extraña y placentera: No hay preocupación o ansiedad. No importa si es ayer, hoy o mañana. Número o día de la semana. Si hace frío o calor. El camino por el parque se ondula, va y regresa; en espiral asciende, desciende. Se esconde, se expone, se confunde. Creí tenía un inicio en el tiempo, que comenzaba hace un mes; pero lleva allí desde siempre y nunca lo vi.

¿Cómo es que actos tan sencillos y ordinarios pueden alcanzar esta armonía? Una suave nube sobre la que reposa el pensamiento. Aspiro lenta y profundamente, mis ojos revientan en colores indefinidos, liberando sutiles aromas de una melancolía acumulada por años. No sé si la felicidad exista pero, ¿qué importa?

Uno de los perros me lame los dedos de la mano izquierda, me quedé dormido despierto a mitad del camino. Irónicamente, me apresuro para no llegar tarde a un espacio sin tiempo.
Donde estés es mi hogar. En cualquier lugar, en cualquier momento, desde siempre.

#español, , #literatura, #felicidad, #armonía, #cotidianidad, #pensamiento

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Sostenida en la desolación del firmamento, un infinito punto de luz parpadea a débiles espasmos. Su cálida luz etérea se dilata a través del vacío, profundos espacios de tiempo.

Comatosa esta noche interminable. No se sabe si perdió la memoria olvidando hacia dónde ir, o si en desahucio, encuentra la futilidad perpetua de su andar. Por siempre inamovible en la mente de todas las existencias, vertida en todos los colores, alojada en el lugar de la ausencia, insuflando al sueño el dulce aroma del suicidio.

En la depresión de un valle, en el corazón de la oscuridad, utilizando sólo sus manos un hombre cavaba su fosa. Tierra mojada, olor a hierba, arrullo de la noche. La nostalgia se recuesta también en el sepulcro. Con la mirada clavada en la oscuridad, ínfima gota de rocío apunto de brotar.

Nebulosa ilusión, fantasma de la desdicha. ¿Acaso el tiro de gracia?, ¿otra broma sádica del destino? A lo lejos un gastado eco se arrastra. Una tenue luz se abre paso sin importar lo imposible. A la noche no le queda más remedio que ceder, espesándose en sombras. La luz da un delicado beso en la frente del hombre, que después de limpiarse los ojos de tierra, se incorpora.

El punto de luz se intensifica, crece en armonía invocando la aurora, deslumbrando unos ojos acostumbrados a la oscuridad. Iluminado el sendero el hombre asciende todavía aletargado al punto más alto del valle, cree tener los ojos abiertos pero, como regresando de un doble sueño; vuelve a abrirlos.

En medio del resplandor, ve su sonrisa.

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Hoy al regresar a casa en el transporte público que para variar iba con exceso de pasajeros, se subió una mujer pasados los treinta años. Llevaba una mochila grande y sucia. Cuando vio la primer oportunidad, avanzó a empujones y codazos para ocupar el asiento que quedaba libre. Al sentarse, sonrió triunfal mirando a todo mundo, como si mereciera un premio por dejar paradas a la gente mayor y un par de mujeres que cargaban niños.

La mujer iba recargada en la mochila, después de unos diez minutos, se metió la mano izquierda por la entrepierna, tocando el asiento. Sacó la mano con los dedos mojados, de un color indefinido por la luz débil y morada del transporte, después de mirarlos extrañada por unos segundos, abrió los ojos tan grandes como si acumulara el pavor de ver a todos los muertos abrirse paso desde sus profundas fosas. Inmediatamente, paso su mochila a su regazo, abrió con dificultad el apartado más grande con las dos manos, miró dentro aterrada. Se asomaba inmóvil, la cabeza pálida de un bebé. La mujer se levantó gritando, exigiendo de manera desgarrada que quería bajar, atropellando a todo lo que estuviera a su alcance hasta llegar a la puerta. El transporte se detuvo bruscamente a media calle y abrió las puertas. La mujer corrió a lo largo de la calle hasta perderse en la oscuridad.

Al llegar a casa ya noche, durante mi primera y última comida sustanciosa, mientras comenzaban las noticias locales, me tragué un garbanzo entero. Apagué las noticias y me puse a escribir esto, mientras veo esa imagen congelada en mi mente. Pensando en que sería una muñeca, o que el bebé simplemente estaba dormido.

El bebé tiene que estar dormido…

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En el campo, un hombre disparó accidentalmente su escopeta. Mató dos cuervos de órbitas vacías. Oscuras nubes cerraron el cielo, cae fría la lluvia. Las hojas de los árboles se desmayan en el barro, el hombre envejeció en una tarde.
Luna desvanecida, el suave croar de las ranas; el hombre ha muerto de insomnio.

#español, #n, #literatura, #pensamiento

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Hay una luna que habita en el fondo del mar de profundas oscuridades. Arcana desde las primeras mentes humanas. Brilla con luz apropiada de infinitas estrellas, de cuando se suspendía en el espacio. Para los amantes de la noche; infinito paraíso. La belleza de grotescos seres abisales, que duermen hipnotizados hasta la muerte, se desintegran en la fina arena pesada. Mostrando viseras multicolores, donde guardan los sueños de seres que ya no existen; promesas jamás cumplidas. Delicadas medusas acuden en racimos a comer sirenas. Ráfagas de viento marino de oscuridad purpúrea, ondean sentimientos de lentas burbujas espesas. Detrás del recuerdo, la soledad besa lentamente la tristeza, amantes inseparables de espirales torcidos; caracol del ermitaño. Sin cuerpo, mi vida yace en el fondo, cobijada por suspiros de tibias canciones, que mañana me cantarás.

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Salimos del bar de madrugada, yo ya había dejado la conciencia no sé dónde y ni sentí en qué momento. La tarde había sido bochornosa, pero ahora la noche estaba fresca por la brevedad de una tormenta perdida. El olor a tierra mojada, las luces de los negocios y coches que pasaban, rebotaban en el asfalto mojado, formado un caleidoscopio borroso de luces apacibles. Caminamos entre música desvelada y edificios dormidos, mientras mi memoria se erosionaba a cada segundo por el viento de la noche. Estoy perdido. Veo la imagen de tu sonrisa bailar en todos lados a donde dirijo la mirada.

Hay una crueldad terrible en todo esto que me lastima. Las sombras no se ven en la oscuridad, ahí donde acostumbro a dormir. Pero me expuse, mi alma a contraluz de la tuya, a la felicidad que esconden tus ojos y que estoy seguro, en cualquier momento volverán a ver. Entonces me di cuenta de la irresponsabilidad de cómo dejé que me consumiera el vacío, de cómo desperdiciar la vida.

No sé si existirán otras oportunidades, pero todos mis viejos demonios conspiran en mi contra; ¿me quedarán fuerzas para vencerlos?

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